martes, 9 de agosto de 2011

Para Américo Negrete. (Por su libro “Amor en Maracaibo”) Iván Darío Parra

Apreciado Américo, las Décimas que he compuesto, sin pretensión de poeta, han estado dirigidas a disfrutarlas en nuestras gratas tertulias, por lo que vuelvo a agradecer tu gentileza de publicarlas. De tus admiradoras estoy casi al día, pero, no conocía la gran cantidad de admiradores que tienes. Uno de éstos, músico, me ha pedido que le haga dos estrofas más a la Décima Octosílaba, dedicada a ti, para ponerle música. Las he hecho y quisiera que le des una de tus bellas pinceladas, antes de entregársela.

Para Américo Negrete.

(Por su libro “Amor en Maracaibo”)
I
Don Américo Negrete,
honorable cañadero,
que con dignidad y esmero
vistió de toga y birrete.
Pero después, fue jinete
de pollinas y potrancas,
en patios y zonas francas;
y sin hacer distinciones
en diversas posiciones
cabalgó negras y blancas.
II
Así se metió a escritor
y a poeta distinguido,
que alborota el buen sentido
con sus poemas de amor.
Un respetable señor,
a veces medio travieso,
y sin llegar al exceso
y siempre con mucha hombría,
porque de noche y de día
se mantiene como un hueso.
III
Llegó la etapa otoñal
y Américo como un rolo,
buscando de polo a polo,
modelos a su corral.
Para sentirse jovial,
como bardo y buen galeno,
entre lo hermoso y lo bueno
ha reunido un ganado,
que lo mantiene extasiado,
complacido y muy sereno.
IV
Ética con buen humor
es un don de ontología,
que luce con gallardía
nuestro apreciado doctor.
Américo con sudor
de su frente bien altiva,
no mal gasta la saliva
en las conversas triviales,
le importan poco los reales
y desprecia la diatriba.
Iván Darío Parra.
30 de julio de 2002



Mi muy apreciado amigo Iván:
Leídos tus comentarios y, luego las décimas dedicadas al libro de Américo Negrete, “Amor en Maracaibo”, es posible seguir creyendo que tienes vocación para este género de poesía; sobre todo por el camino que le abres al humorismo poético, a la exaltación amorosa, o a la pasión primitiva. Sin embargo, frente a esta realidad, debo hacerte las siguientes observaciones:
1) Las sílabas métricas para medir el verso, se ligan en una sola emisión de voz. Por ejemplo, si el verso termina en una palabra llana, se cuentan todas sus sílabas completas. Pero si termina en palabra esdrújula, se cuenta una sílaba menos, y si termina en palabra aguda, se cuenta una sílaba más.
2) Tenemos así que, tanto el octosílabo, el endecasílabo, el dodecasílabo, etc., tienen su respectivo ritmo, muy parecidos a los compases musicales.
3) También hay sinalefa, entre otras reglas, cuando concurren tres o más sonidos vocales, que en tal caso pronunciamos en una sola sílaba métrica.
Esto significa que, si quieres seguir siendo celoso de la reputación de tus formidables décimas octosilábicas, a las cuales nos tienes acostumbrados, la conquista de la técnica del endecasílabo puede ser parte de una meta; pero, por ahora, revisa bien la métrica de los versos, y veras que unos cuantos de ellos tienen diez o doce sílabas, en vez de once, como fue el propósito. Además, noto que el endecasílabo parece haberte hecho cambiar la picardía del verso por el acomodo silábico. A mi poco entender, la décima, por ser poesía menor, mejor le viene el octosílabo.
En cuanto al romanticismo triunfante y pintoresco de tu crónica poética, no caben dudas.
Tu amigo de siempre,
Manuel.

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